CADA UNO CON SU DESTINO
Un samurai, conocido por todos
por su nobleza y honestidad, fue a visitar a un monje zen en busca de consejos,
No obstante, en cuanto entró en el templo donde el maestro rezaba, se sintió
inferior, y concluyó que a pesar de haber pasado toda su vida luchando por la
justicia y la paz, no se había ni tan siquiera acercado al estado de gracia del
hombre que tenía frente a él.
-¿Por qué me estoy sintiendo tan
inferior? – le preguntó, no bien el monje hubo acabado de rezar. – Ya me
enfrenté muchas veces con la muerte, defendí a los más débiles, sé que no tengo
nada de qué avergonzarme. Sin embargo, al verlo meditando, he sentido que mi
vida no tenía la menor importancia.
-Espera. En cuanto haya atendido
a todos los que me han buscado hoy, te daré la respuesta.
Durante todo el día el samurai se
quedó sentado en el jardín del templo, viendo como las personas entraban y
salían en busca de consejos. Vio como el monje atendía a todos con la misma
paciencia y la misma sonrisa luminosa en su rostro. Pero su estado de ánimo iba
de mal en peor, pues había nacido para actuar, no para esperar. Por la noche,
cuando ya todos habían partido, insistió:
-¿Ahora podrá usted enseñarme?
El maestro lo invitó a entrar y
lo llevó hasta su habitación. La luna llena brillaba en el cielo y todo el
ambiente respiraba una profunda tranquilidad.
-¿Ves esta luna, qué bonita es?
Ella cruzará todo el firmamento y mañana el sol volverá a brillar. Solo que la
luz del sol es mucho más fuerte y consigue mostrar los detalles del paisaje que
tenemos a nuestra frente; árboles, montañas, nubes. He contemplado a los dos
durante años, y nunca escuché a la luna decir “¿Por qué no tengo el mismo
brillo que el sol? ¿es que quizás soy inferior a él?”
-Claro que no, -respondió el
samurai,- la luna y el sol son dos cosas diferentes, y cada uno tiene su propia
belleza. No podemos comparar a los dos.
-Entonces, ya sabes la respuesta.
Somos dos personas diferentes, cada cual luchando a su manera por aquello que
cree, y haciendo lo posible para tornar a este mundo mejor; el resto son solo
apariencias.